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Entradas publicadas por rockambiente
Mostrando 11 a 20, de 43 entrada/s en total:
19 de Marzo, 2011 · ARTE Y CULTURA

ABRAZOS GRATIS

Palabras claves ,
publicado por rockambiente a las 16:50 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
13 de Marzo, 2011 · HISTORIA Y GEOGRAFÍA

EL BARCO FANTASMA


Las costas argentinas fueron escenario de la batalla más curiosa de la Segunda Guerra Mundial, que culminó con el hundimiento de dos naves nazis, el acorazado Graf Spee, que había venido a invadir las Malvinas, y Ussukuma, que era su apollo logístico.

El 17 de agosto de 1945 arribó a Mar del Plata el sumergible nazi U-977, comandado por Heinz Schäffer. Otro, el U-530, había llegado al mismo puerto en julio. La noticia causó conmoción mundial y enfureció a Joseph Stalin, que estaba convencido de que Hitler había huído en uno de ellos aunque el servicio de inteligencia británico aseguraba que el führer se había suicidado. La segunda querra languidecía y surgían rumores sobre otros acontecimientos como el hundimiento del acorazado alemán Bismarck, la destrucción del acorazado británico Hood y las andanzas de un barco espía nazi, el Ussukuma.

    El tema del Ussukuma era el más raro. La Marina de Guerra del Tercer Reich carecía de bases en el Atlántico sur para abastecer de petróleo, alimentos y armamentos a sus barcos y submarinos. La naviera Delfino podía facilitar a los nazis los puertos patagónicos, pero los movimientos de combustible a gran escala se complicaban por falta de instalaciones adecuadas y, especialmente, por su escasez durante las guerras.

    Uno de los planes de los alemanes fue tomar las islas Malvinas e instalar allí una base de submarinos. No era una idea nueva: lo había intentado en diciembre de 1914 la flota al mando de Maximilian von  Spee, pero fue destruída en la denominada Batalla de Falklands. En diciembre de 1939, el acorazado Almirante Graf Spee -así bautizado en honor al marino muerto 25 años antes- tenía las misma misión.

    Los preparativos para la invación de las Malvinas fueron complejos en extremo. El Ussukuma, que debía aprovisionar al acorazado Graf Spee, estaba virtualmente cercado por la flota británica en el puerto argentino de Bahía Blanca, con la orden de capturarlo en cuanto fuera posible y destruírlo sin mas trámite. El Spee, entretanto, esperaba combustible y provisiones en las cercanías de Punta del Este. Su capitán, Hans Langsdorff, había informado a la Kriegsmarine que la nave corría serio riesgo de quedar al garete. Ante esa circunstancia, el Ussukuma recibió órdenes de actuar, intentando romper el bloqueo británico en la noche del 5 de diciembre de 1939. Los espías británicos en la Argentina advirtieron al vicealmirante Henry Harwood, comandante de la flota inglesa con base en Malvinas, que el barco había zarpado sigilosamente. Harwood disponía de cuatro naves importantes: Los cruceros pesados Exeter y Cumberland y los livianos Ajax y Achilles.

    El capitán del Ussukuma pensó que si llegaba a mar abierto su captura sería imposible, pero ante su sorpresa el almirantazgo británico ordenó que lo capturaran en aguas territoriales argentinas. Sorprendida por la acción, la tripulación del Ussukuma fue abordada por los ingleses, que capturaron la máquina codificadora conocida vulgarmente como Enigma. Mientras el barco se hundía lentamente, los vencedores armaron una estrategia para capturar al Graf Spee obligando al oficial de comunicaciones del Ussukuma a radiar una posición para el supuesto encuentro. El Spee, que ignoraba lo ocurrido, se dirigió al lugar señalado en el amanecer del 13 de diciembre. A esa hora, con el sol asomando, cayó en la trampa: lo que creyó que era el Ussukuma, resultó ser la flota británica. Cuando se dio cuenta viró en redondo pero era demasiado tarde. De todas formas el capitan Langsdorff se batió con valentía: puso fuera de combate al Exeter y averió seriamente a los cruceros livianos. Sin combustible, llegó al puerto de Montevideo, donde el gobierno uruguayo le negó provisiones apurando su final: Langsdorff decidió hundir la nave. El capitán no podía explicar lo sucedido ni revelar los terribles problemas de abastecimiento que afrontaba la flota nazi, los periódicos lo trataron como un cobarde y se suicidó.

    De la tripulación del Ussukuma nada más se supo hasta que, de pronto, surgió una novedad.

    En fecha reciente, solicité al Servicio de Hidrografía Naval (SHN) de la Marina argentina datos sobre un naufragio señalado como desconocido en la carta H-210. La respuesta fue que no poseían antecedentes. Luego de una compleja investigación, y con datos oficiales obtenidos en Nueva Zelanda, les indiqué que el buque hundido no identificado en la carta H-210 era el Ussukuma. Tras un complejo trámite, fui notificado por el SHN de la total validez de los datos aportados sobre el barco alemán Ussukuma, que figuraba como desconocido en las cartas marinas H-200 y H-210. El Servicio de Hidrografía Británico confirmó también el hecho.
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Por Carlos De Nápoli


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fuente: revista Caras y Caretas, Nº 2.218, enero 2008

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publicado por rockambiente a las 22:34 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
18 de Febrero, 2011 · CULTURA MAYA

DESPERTANDO EL SOL

Científicos de todo el mundo observan muy de cerca tres erupciones del Sol cuyos efectos empezaron a llegar a la Tierra desde el jueves y seguirán hasta el viernes.

Estas "eyecciones de masa coronal" -ondas de radiación y viento solar que se desprenden del Sol- golpearán el escudo magnético de la Tierra.

Las olas de partículas solares cargadas son el resultado de tres llamaradas solares dirigidas hacia la Tierra en días recientes, entre ellas se encuentra la más poderosa desde 2006.

Las llamaradas más grandes pueden interrumpir el funcionamiento de la tecnología.

Entre las áreas afectadas se encuentran las redes eléctricas, así como los sistemas de comunicaciones y los satélites.

El evento también provocará que la aurora boreal sea más visible ya que podrá ser observada desde el norte de Reino Unido.

"Actualmente pensamos que el efecto de la llamarada solar puede alcanzar la Tierra entre la tarde del jueves y posiblemente el viernes en la mañana", señaló Alan Thomson, director de geomagnetismo del British Geological Survey (BGS).

"En la comunidad científica, existe una corriente de opinión que no es tan intenso como al principio pensamos que podría ser, pero todavía es posible que sea un evento bastante grande para nosotros poder ver la aurora boreal en el Reino Unido", agregó.

Sin embargo, las previsiones del clima sugieren condiciones de nubosidad que podrían obstaculizar el avistamiento de la aurora.

Impacto tecnológico

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) informó que tres de las eyecciones de masa coronal estaban en camino hacia la Tierra como resultado de las erupciones solares registradas el 13, 14 y 15 de febrero.

La llamarada registrada a las 0156 GMT el 15 de febrero fue la más fuerte en cuatro años, según la agencia espacial de Estados Unidos (NASA) que monitorea la actividad del Sol.

El evento fue denominado una llamarada de clase X, es decir, del tipo más intenso.

Las llamaradas solares son causadas por la liberación súbita de energía magnética almacenada en la atmósfera del Sol.

Sus efectos pueden interferir con la tecnología moderna en la Tierra, tales como las redes de energía eléctrica, sistemas de comunicaciones y los satélites -incluyendo las señales de navegación por satélite.

Los científicos esperaban que la mayor actividad geomagnética se produciera el jueves, pero los medios de comunicación estatales de China informaron con antelación sobre algunos trastornos en las comunicaciones por radio de onda corta en el sur del país.

Tormenta geomagnética

En 1972, una tormenta geomagnética provocada por una erupción solar ocasionó la caída de las comunicaciones telefónicas de larga distancia a través del estado de Illinois, en Estados Unidos.

En 1989, otra tormenta dejó a seis millones de personas en la oscuridad en la provincia canadiense de Quebec.

Thomson dijo que era posible que en esta ocasión, la infraestructura se vea afectada, pero subrayó: "La llamarada de clase X que se observó el otro día fue menor en magnitud que las erupciones similares que han sido asociadas con daños tecnológicos, como la pérdida de la red eléctrica de Quebec ... e incluso la gran tormenta magnética en 2003, que causó algunos daños a los satélites en órbita".

Los científicos tendrán alrededor de media hora de aviso antes de que la ola de partículas cargadas estén a punto de golpear el escudo magnético de la Tierra.

Para ello, un satélite de la NASA llamado Ace (Explorador de Composición Avanzada) registra la radiación solar en sus instrumentos.

"Estamos sentados esperando que el evento suceda," aseguró Thompson.

Los investigadores señalan que el Sol se comenzó a despertar después de un período de varios años de baja actividad.

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urto de: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/02/110218_sol_llamaradas_erupciones_wbm.shtml
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publicado por rockambiente a las 18:02 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
31 de Diciembre, 2010 · ORDEN MUNDIAL

ZEITGEIST: MOVING FORWARD

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publicado por rockambiente a las 17:22 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
17 de Septiembre, 2010 · CONCIENCIA

VESTIRSE BIEN

El algodón es uno de las fibras más utilizadas en todo el mundo pero tanto su cultivo como su producción implican graves riesgos para la salud. Ante ello, la agricultura orgánica aparece como la solución. Verde Textil es el ejemplo argentino.

 

A pesar de que es la fibra más común en la actualidad, el algodón fue la última fibra natural en alcanzar importancia comercial. Si bien los griegos y los romanos la usaban para producir toldos, velas y prendas de vestir, su uso recién se expandió varios siglos después.

 

Hoy es uno de los cultivos más valorados ya que el 90% de su peso se pierde en su procesamiento. Además, el 50% del algodón que utiliza el mundo proviene de sólo tres países: Estados Unidos, China y la India.

 

Pero de la misma manera que es una de las fibras más utilizadas en todo el mundo, también es una de las más contaminantes. Sus plantaciones consumen el 23% de los pesticidas y el 10% de los productos químicos mundiales. Pero no es allí donde está el problema más grave sino en los procesos posteriores. La industria del tinte es una de las más contaminantes a nivel global ya que los procedimientos utilizados para teñir implican la emisión de grandes cantidades de peróxido de hidrógeno, cloro e hipoclorito sódico.

 

Dejar de contaminar y mantener a una industria que emplea a 100 millones de personas puede parecer una contradicción. Sin embargo, la solución es clara: algodón orgánico. El mismo es cultivado en tierras certificadas libres de sustancias tóxicas y de todo tipo de pesticidas e insecticidas. La agricultura orgánica se basa en la rotación de cultivos en lugar de utilizar fertilizantes artificiales. Asimismo tiene especial cuidado con los trabajadores que llevan a cabo dichos cultivos, asegurando condiciones de trabajo dignas. Son cada vez más los países en el mundo con empresas destinadas a este tipo de producción. Y Argentina no es la excepción.

 

Una solución innovadora

Carlos Tonon es el director de Verde Textil, una empresa argentina que provee productos textiles orgánicos a empresas, marcas y diseñadores interesados en una producción responsable y cuidadosa del medio ambiente. Su propósito, de acuerdo a lo señalado en su sitio Web, es "promover y desarrollar prácticas sustentables en la moda".

 

Tonon trabajaba como gerente comercial de una empresa textil uruguaya y viajaba por el mundo generando ventas. A partir de esos viajes, se dio cuenta del surgimiento del nicho de los textiles orgánicos. "A mí siempre me motivó el tema de lo ecológico y lo sustentable. En un primer momento propuse desarrollar una línea ecológica en la empresa. Me lo permitieron pero no estaba la decisión empresaria para ir para ese lado. Entonces decidí abrirme y desarrollar mi proyecto", dice Carlos.

 

Hoy Verde Textil tiene una oficina donde trata todos los temas administrativos y cuatro unidades donde se produce el algodón. Una tejeduría, una tintorería, un taller de confección y una estampería. Sin embargo, llegar a esta instancia no fue sencillo. Para poder empezar a producir el algodón hay que cumplir con estándares internacionales y tener un impacto ambiental 0. Entre los requisitos, es necesario usar productos biodegradables y tener una planta de tratamiento de los efluentes.

 

Al ser un producto bastante novedoso en el mercado nacional, Tonon se encontró con que las marcas no estaban convencidas para producir ecológicamente. Así fue que en noviembre de 2009 decidió salir directamente con un producto ya terminado. "Vendimos bolsas y remeras en eventos y en la Web. No teníamos presupuesto para invertir en publicidad. Pero el boca en boca empezó a correr y así se generó la venta", dice Carlos.

 

Luego de un tiempo para insertarse en el mercado, la atención hoy está puesta en la venta corporativa y uno de los principales clientes son los locales de comida natural. "Como lo orgánico está vinculado a un tipo de alimentación hay restaurantes que, además de vender alimentos, venden bolsas y delantales", afirma Tonon.

 

Además, ese desinterés inicial de las grandes marcas parece superado al haber ya más de 50 empresas en negociaciones con Verde Textil. Pero ahora el problema es otro. El algodón usado para producir las telas es importado de Perú, país que desarrolla el concepto de agricultura orgánica hace más de 20 años. Al no ser producido en Argentina, Tonon tiene que lidiar con los permisos de importación y esto hace que haya momentos en los que no tenga más algodón. Pero la solución no parece estar muy lejos: "Empezamos a hablar con productores del Chaco para ver si estarían interesados en este tipo de producción. Ya me contacté con gente que produce sin pesticidas, agroquímicos e insecticidas. Pero es un proceso que lleva tiempo", remarca Carlos.

 

Compromiso social

Verde Textil no sólo busca producir un producto que no contamine y no dañe al medioambiente sino también reafirma su compromiso mediante diversas colaboraciones. Por un lado, la empresa colabora con SOS Aborígenes, una Asociación Civil integrada por mujeres y hombres de diversas actividades y profesiones (médicos, ingenieros, contadores y asistentes) que trabajan solidariamente con el pueblo indígena Pilagá (Chaco y Formosa). Pero además brinda su apoyo a la organización Creando Lazos de Córdoba que lleva adelante un proyecto de inclusión social y ecológico, creando productos textiles orgánicos producido por trabajadoras de sectores de bajos recursos de la ciudad de Córdoba.

Verde Textil
SOS aborígenes

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publicado por rockambiente a las 20:13 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
02 de Septiembre, 2010 · CONCIENCIA

LOS RESPONSABLES DE LA BASURA

Durante millones de años, los residuos nunca fueron un problema. El gran poder depurador de la naturaleza alcanzaba para borrar toda huella de todo residuo generado por cada especie que habitaba el planeta.

Todo seguía un ciclo y se retransformaba. Sin prisa pero sin pausa, los agentes naturales del suelo y del agua, como bacterias, hongos, lombrices, ácaros e insectos se encargaban del reciclaje natural de todo lo orgánico y las plantas del CO2 de la atmósfera. El equilibrio se mantenía naturalmente, sin esfuerzo.

Pero el Hombre comenzó a llamar materia prima a la naturaleza y a utilizarla de una forma desordenada, inconsciente y excesiva. Poniendo como excusa el desarrollo, se empezaron explotar mas y mas intensivamente los recursos naturales. Se iniciaba la Era del consumismo y con ella el concepto de que quien más basura produce, es más feliz.

Esta Sociedad de Consumo es a todas luces ambientalmente insostenible. Sus consecuencias sociales y ambientales están a la vista de quien las quiera ver. Enferma al planeta y los síntomas se multiplican diariamente.

En los primeros tiempos se sostuvo sobre la desigualdad entre norte y sur. El Sur hizo durante muchos años las veces de compensador de la presión sobre los recursos naturales ejercida por el consumo excesivo de los países mas ricos.

Pero este consumo implicó un aumento constante de la extracción y explotación de recursos naturales, que se fueron agotando, y de la consiguiente producción de residuos, que ha colmado ya hace años la capacidad de absorción del planeta.

La palabra basura tomó un significado despectivo, algo que carece de valor y de lo que hay que deshacerse, pero no se puede esconder eternamente la basura debajo de la alfombra y así pasó a convertirse en un problema a escala planetaria.

Un gran porcentaje de los residuos producidos por la actividad humana podría ser reciclado o reutilizado, sin embargo sólo se lo hace con la pequeña porción a la que se le ha encontrado la forma de hacerla “rentable”. Todo lo demás termina acumulándose en vertederos en el mejor de los casos o en ríos, mares y océanos generando el peor escenario.

En materia de consumo, no debemos pretender compensar para arriba, es decir que todo el planeta tenga la posibilidad de consumir en los niveles que los hacen los países industrializados, pues eso nos llevaría a acelerar el colapso ambiental. Sino que es necesario compensar para abajo. Los países del primer mundo deben reducir sus niveles de consumo, si realmente están interesados en salvar al planeta de la catástrofe ambiental que se avecina.

La reutilización y el reciclaje son importantes paliativos, pero insuficientes. El verdadero y único camino para detener el colapso ambiental que provoca la acumulación de basura es la reducción de los niveles de consumo. Y en este sentido no estamos hablando solamente de cantidad, sino de la composición, embalaje, transporte, métodos de producción y demás factores que componen el impacto ambiental de cada producto que consumimos.

La irresponsabilidad de los usuarios o consumidores finales es una parte del problema. Claramente hay una falta de conciencia a la hora de elegir los productos que consumimos. Sin embargo, sigue siendo la parte mas baja de la pirámide en la escala de responsabilidades y posiblemente la mas fácil de solucionar si se ofrecieran al consumidor alternativas mas ecológicas que no los espantaran por precio y/o baja calidad.

En el medio, con una mayor cuota de responsabilidad, se encuentran todas las empresas que participan, desde la extracción de la materia prima hasta que llega a las manos del consumidor. Y al tope de esta pirámide, con la mayor responsabilidad sobre deterioro ambiental, se encuentra este sistema económico basado en la acumulación de ganancias a cualquier costo, ambiental o social. Y es por consiguiente el cambio mas importante y necesario para dejar de ser un problema para el planeta que nos da albergue y poder disfrutar de todo lo que nos brinda. Para que todas y todos podamos vivir en un mundo mejor.

 

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Ricardo Natalichio

Director de EcoPortal.net

rdnatali@ecoportal.net

www.ecoportal.net

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publicado por rockambiente a las 13:43 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
15 de Agosto, 2010 · LA BIBLIOTECA DE ROCK AMBIENTE

LA AUTOPISTA DEL SUR. JULIO CORTAZAR.

 

Julio Cortazar

LA AUTOPISTA DEL SUR

 

Gli automobilisti sembrano nom avere storia... Come realtà, un ingorgo automobilistico impressiona ma non ci dice gran che.

ARRIGO BENEDETTI

"L'Espresso", Roma, 21/6/1964

 

 

Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainebleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por el retrovisor al hombre pálido que conduce un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio del Peugeot 203 (detrás del Dauphine de la muchacha) que juega con su niñita y hace bromas y come queso, o sufrir de a ratos los desbordes exasperados de los dos jovencitos del Simca que precede al Peugeot 404, y hasta bajarse de los altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y así llegar a la altura de un Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento la hora, y cambiar unas frases descorazonadas o burlonas con los dos hombres que viajan con el niño rubio cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias consiste en hacer correr libremente su autito de juguete sobre los asientos y el reborde posterior del Taunus, o atreverse y avanzar todavía un poco más, puesto que no parece que los autos de adelante vayan a reanudar la marcha, y contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID Citroën que parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella mordisqueando una manzana con más aplicación que ganas.

 

A la cuarta vez de encontrarse con todo eso, de hacer todo eso, el ingeniero había decidido no salir más de su coche, a la espera de que la policía disolviese de alguna manera el embotellamiento. El calor de agosto se sumaba a ese tiempo a ras de neumáticos para que la inmovilidad fuese cada vez más enervante. Todo era olor a gasolina, gritos destemplados de los jovencitos del Simca, brillo del sol rebotando en los cristales y en los bordes cromados, y para colmo la sensación contradictoria del encierro en plena selva de máquinas pensadas para correr. El 404 del ingeniero ocupaba el segundo lugar de la pista de la derecha contando desde la franja divisoria de las dos pistas, con lo cual tenía otros cuatro autos a su derecha y siete a su izquierda, aunque de hecho sólo pudiera ver distintamente los ocho coches que lo rodeaban y sus ocupantes que ya había detallado hasta cansarse. Había charlado con todos, salvo con los muchachos del Simca que le caían antipáticos; entre trecho y trecho se había discutido la situación en sus menores detalles, y la impresión general era que hasta Corbeil-Essones se avanzaría al paso o poco menos, pero que entre Corbeil y Juvisy el ritmo iría acelerándose una vez que los helicópteros y los motociclistas lograran quebrar lo peor del embotellamiento. A nadie le cabía duda de que algún accidente muy grave debía haberse producido en la zona, única explicación de una lentitud tan increíble. Y con eso el gobierno, el calor, los impuestos, la vialidad, un tópico tras otro, tres metros, otro lugar común, cinco metros, una frase sentenciosa o una maldición contenida.

 

A las dos monjitas del 2HP les hubiera convenido tanto llegar a Milly-la-Foret antes de las ocho, pues llevaban una cesta de hortalizas para la cocinera. Al matrimonio del Peugeot 203 le importaba sobre todo no perder los juegos televisados de las nueve y media; la muchacha del Dauphine le había dicho al ingeniero que le daba lo mismo llegar más tarde a París pero que se quejaba por principio, porque le parecía un atropello someter a millares de personas a un régimen de caravana de camellos. En esas últimas horas (debían ser casi las cinco pero el calor los hostigaba insoportablemente) habían avanzado unos cincuenta metros a juicio del ingeniero, aunque uno de los hombres del Taunus que se había acercado a charlar llevando de la mano al niño con su autito, mostró irónicamente la copa de un plátano solitario y la muchacha del Dauphine recordó que ese plátano (si no era un castaño) había estado en la misma línea que su auto durante tanto tiempo que ya ni valía la pena mirar el reloj pulsera para perderse en cálculos inútiles.

 

No atardecía nunca, la vibración del sol sobre la pista y las carrocerías dilataba el vértigo hasta la náusea. Los anteojos negros, los pañuelos con agua de colonia en la cabeza, los recursos improvisados para protegerse, para evitar un reflejo chirriante o las bocanadas de los caños de escape a cada avance, se organizaban y perfeccionaban, eran objeto de comunicación y comentario. El ingeniero bajó otra vez para estirar las piernas, cambió unas palabras con la pareja de aire campesino del Ariane que precedía al 2HP de las monjas. Detrás del 2HP había un Volkswagen con un soldado y una muchacha que parecían recién casados. La tercera fila hacia el exterior dejaba de interesarle porque hubiera tenido que alejarse peligrosamente del 404; veía colores, formas, Mercedes Benz, ID, 4R, Lancia, Skoda, Morris Minor, el catálogo completo. A la izquierda, sobre la pista opuesta, se tendía otra maleza inalcanzable de Renault, Anglia, Peugeot, Porsche, Volvo; era tan monótono que al final, después de charlar con los dos hombres del Taunus y de intentar sin éxito un cambio de impresiones con el solitario conductor del Caravelle, no quedaba nada mejor que volver al 404 y reanudar la misma conversación sobre la hora, las distancias y el cine con la muchacha del Dauphine. A veces llegaba un extranjero, alguien que se deslizaba entre los autos viniendo desde el otro lado de la pista o desde la filas exteriores de la derecha, y que traía alguna noticia probablemente falsa repetida de auto en auto a lo largo de calientes kilómetros. El extranjero saboreaba el éxito de sus novedades, los golpes de portezuelas cuando los pasajeros se precipitaban para comentar lo sucedido, pero al cabo de un rato se oía alguna bocina o el arranque de un motor, y el extranjero salía corriendo, se lo veía zigzaguear entre los autos para reintegrarse al suyo y no quedar expuesto a la justa cólera de los demás. A lo largo de la tarde se había sabido así del choque de un Floride contra un 2HP cerca de Corbeil, tres muertos y un niño herido, el doble choque de un Fiat 1500 contra un furgón Renault que había aplastado un Austin lleno de turistas ingleses, el vuelco de un autocar de Orly colmado de pasajeros procedentes del avión de Copenhague. El ingeniero estaba seguro de que todo o casi todo era falso, aunque algo grave debía haber ocurrido cerca de Corbeil e incluso en las proximidades de París para que la circulación se hubiera paralizado hasta ese punto. Los campesinos del Ariane, que tenían una granja del lado de Montereau y conocían bien la región, contaban de otro domingo en que el tránsito había estado detenido durante cinco horas, pero ese tiempo empezaba a parecer casi nimio ahora que el sol, acostándose hacia la izquierda de la ruta, volcaba en cada auto una última avalancha de jalea anaranjada que hacía hervir los metales y ofuscaba la vista, sin que jamás una copa de árbol desapareciera del todo a la espalda, sin que otra sombra apenas entrevista a la distancia se acercara como para poder sentir de verdad que la columna se estaba moviendo aunque fuera apenas, aunque hubiera que detenerse y arrancar y bruscamente clavar el freno y no salir nunca de la primera velocidad, del desencanto insultante de pasar una vez más de la primera al punto muerto, freno de pie, freno de mano, stop, y así otra vez y otra vez y otra.

 

En algún momento, harto de inacción, el ingeniero se había decidido a aprovechar un alto especialmente interminable para recorrer las filas de la izquierda, y dejando a su espalda el Dauphine había encontrado un DKW, otro 2HP, un Fiat 600, y se había detenido junto a un De Soto para cambiar impresiones con el azorado turista de Washington que no entendía casi el francés pero que tenía que estar a las ocho en la Place de l’Opéra sin falta you understand, my wife will be awfully anxious, damn it, y se hablaba un poco de todo cuando un hombre con aire de viajante de comercio salió del DKW para contarles que alguien había llegado un rato antes con la noticia de que un Piper Cub se había estrellado en plena autopista, varios muertos. Al americano el Piper Cub lo tenía profundamente sin cuidado, y también al ingeniero que oyó un coro de bocinas y se apresuró a regresar al 404, transmitiendo de paso las novedades a los dos hombres del Taunus y al matrimonio del 203. Reservó una explicación más detallada para la muchacha del Dauphine mientras los coches avanzaban lentamente unos pocos metros (ahora el Dauphine estaba ligeramente retrasado con relación al 404, y más tarde sería al revés, pero de hecho las doce filas se movían prácticamente en bloque, como si un gendarme invisible en el fondo de la autopista ordenara el avance simultáneo sin que nadie pudiese obtener ventajas). Piper Cub, señorita, es un pequeño avión de paseo. Ah. Y la mala idea de estrellarse en plena autopista un domingo de tarde. Esas cosas. Si por lo menos hiciera menos calor en los condenados autos, si esos árboles de la derecha quedaran por fin a la espalda, si la última cifra del cuentakilómetros acabara de caer en su agujerito negro en vez de seguir suspendida por la cola, interminablemente.

 

En algún momento (suavemente empezaba a anochecer, el horizonte de techos de automóviles se teñía de lila) una gran mariposa blanca se posó en el parabrisas del Dauphine, y la muchacha y el ingeniero admiraron sus alas en la breve y perfecta suspensión de su reposo; la vieron alejarse con una exasperada nostalgia, sobrevolar el Taunus, el ID violeta de los ancianos, ir hacia el Fiat 600 ya invisible desde el 404, regresar hacia el Simca donde una mano cazadora trató inútilmente de atraparla, aletear amablemente sobre el Ariane de los campesinos que parecían estar comiendo alguna cosa, y perderse después hacia la derecha. Al anochecer la columna hizo un primer avance importante, de casi cuarenta metros; cuando el ingeniero miró distraídamente el cuentakilómetros, la mitad del 6 había desaparecido y un asomo del 7 empezaba a descolgarse de lo alto. Casi todo el mundo escuchaba sus radios, los del Simca la habían puesto a todo trapo y coreaban un twist con sacudidas que hacían vibrar la carrocería; las monjas pasaban las cuentas de sus rosarios, el niño del Taunus se había dormido con la cara pegada a un cristal, sin soltar el auto de juguete. En algún momento (ya era noche cerrada) llegaron extranjeros con más noticias, tan contradictorias como las otras ya olvidadas. No había sido un Piper Cub sino un planeador piloteado por la hija de un general. Era exacto que un furgón Renault había aplastado un Austin, pero no en Juvisy sino casi en las puertas de París; uno de los extranjeros explicó al matrimonio del 203 que el macadam de la autopista había cedido a la altura de Igny y que cinco autos habían volcado al meter las ruedas delanteras en la grieta. La idea de una catástrofe natural se propagó hasta el ingeniero, que se encogió de hombros sin hacer comentarios. Más tarde, pensando en esas primeras horas de oscuridad en que habían respirado un poco más libremente, recordó que en algún momento había sacado el brazo por la ventanilla para tamborilear en la carrocería del Dauphine y despertar a la muchacha que se había dormido reclinada sobre el volante, sin preocuparse de un nuevo avance. Quizá ya era medianoche cuando una de las monjas le ofreció tímidamente un sándwich de jamón, suponiendo que tendría hambre. El ingeniero lo aceptó por cortesía (en realidad sentía náuseas) y pidió permiso para dividirlo con la muchacha del Dauphine, que aceptó y comió golosamente el sándwich y la tableta de chocolate que le había pasado el viajante del DKW, su vecino de la izquierda. Mucha gente había salido de los autos recalentados, porque otra vez llevaban horas sin avanzar; se empezaba a sentir sed, ya agotadas las botellas de limonada, la coca-cola y hasta los vinos de a bordo. La primera en quejarse fue la niña del 203, y el soldado y el ingeniero abandonaron los autos junto con el padre de la niña para buscar agua. Delante del Simca, donde la radio parecía suficiente alimento, el ingeniero encontró un Beaulieu ocupado por una mujer madura de ojos inquietos. No, no tenía agua pero podía darles unos caramelos para la niña. El matrimonio del ID se consultó un momento antes de que la anciana metiera la mano en un bolso y sacara una pequeña lata de jugo de frutas. El ingeniero agradeció y quiso saber si tenían hambre y si podía serles útil; el viejo movió negativamente la cabeza, pero la mujer pareció asentir sin palabras. Más tarde la muchacha del Dauphine y el ingeniero exploraron juntos las filas de la izquierda, sin alejarse demasiado; volvieron con algunos bizcochos y los llevaron a la anciana del ID, con el tiempo justo para regresar corriendo a sus autos bajo una lluvia de bocinas.

 

Aparte de esas mínimas salidas, era tan poco lo que podía hacerse que las horas acababan por superponerse, por ser siempre la misma en el recuerdo; en algún momento el ingeniero pensó en tachar ese día en su agenda y contuvo una risotada, pero más adelante, cuando empezaron los cálculos contradictorios de las monjas, los hombres del Taunus y la muchacha del Dauphine, se vio que hubiera convenido llevar mejor la cuenta. Las radios locales habían suspendido las emisiones, y sólo el viajante del DKW tenía un aparato de ondas cortas que se empeñaba en transmitir noticias bursátiles. Hacia las tres de la madrugada pareció llegarse a un acuerdo tácito para descansar, y hasta el amanecer la columna no se movió. Los muchachos del Simca sacaron unas camas neumáticas y se tendieron al lado del auto; el ingeniero bajó el respaldo de los asientos delanteros del 404 y ofreció las cuchetas a las monjas, que rehusaron; antes de acostarse un rato, el ingeniero pensó en la muchacha del Dauphine, muy quieta contra el volante, y como sin darle importancia le propuso que cambiaran de autos hasta el amanecer; ella se negó, alegando que podía dormir muy bien de cualquier manera. Durante un rato se oyó llorar al niño del Taunus, acostado en el asiento trasero donde debía tener demasiado calor. Las monjas rezaban todavía cuando el ingeniero se dejó caer en la cucheta y se fue quedando dormido, pero su sueño seguía demasiado cerca de la vigilia y acabó por despertarse sudoroso e inquieto, sin comprender en un primer momento dónde estaba; enderezándose, empezó a percibir los confusos movimientos del exterior, un deslizarse de sombras entre los autos, y vio un bulto que se alejaba hacia el borde de la autopista; adivinó las razones, y más tarde también él salió del auto sin hacer ruido y fue a aliviarse al borde de la ruta; no había setos ni árboles, solamente el campo negro y sin estrellas, algo que parecía un muro abstracto limitando la cinta blanca del macadam con su río inmóvil de vehículos. Casi tropezó con el campesino del Ariane, que balbuceó una frase ininteligible; al olor de la gasolina, persistente en la autopista recalentada, se sumaba ahora la presencia más ácida del hombre, y el ingeniero volvió lo antes posible a su auto. La chica del Dauphine dormía apoyada sobre el volante, un mechón de pelo contra los ojos; antes de subir al 404, el ingeniero se divirtió explorando en la sombra su perfil, adivinando la curva de los labios que soplaban suavemente. Del otro lado, el hombre del DKW miraba también dormir a la muchacha, fumando en silencio.

 

Por la mañana se avanzó muy poco pero lo bastante como para darles la esperanza de que esa tarde se abriría la ruta hacia París. A las nueve llegó un extranjero con buenas noticias: habían rellenado las grietas y pronto se podría circular normalmente. Los muchachos del Simca encendieron la radio y uno de ellos trepó al techo del auto y gritó y cantó. El ingeniero se dijo que la noticia era tan dudosa como las de la víspera, y que el extranjero había aprovechado la alegría del grupo para pedir y obtener una naranja que le dio el matrimonio del Ariane. Más tarde llegó otro extranjero con la misma treta, pero nadie quiso darle nada. El calor empezaba a subir y la gente prefería quedarse en los autos a la espera de que se concretaran las buenas noticias. A mediodía la niña del 203 empezó a llorar otra vez, y la muchacha del Dauphine fue a jugar con ella y se hizo amiga del matrimonio. Los del 203 no tenían suerte; a su derecha estaba el hombre silencioso del Caravelle, ajeno a todo lo que ocurría en torno, y a su izquierda tenían que aguantar la verbosa indignación del conductor de un Floride, para quien el embotellamiento era una afrenta exclusivamente personal. Cuando la niña volvió a quejarse de sed, al ingeniero se le ocurrió ir a hablar con los campesinos del Ariane, seguro de que en ese auto había cantidad de provisiones. Para su sorpresa los campesinos se mostraron muy amables; comprendían que en una situación semejante era necesario ayudarse, y pensaban que si alguien se encargaba de dirigir el grupo (la mujer hacía un gesto circular con la mano, abarcando la docena de autos que los rodeaba) no se pasarían apreturas hasta llegar a París. Al ingeniero le molestaba la idea de erigirse en organizador, y prefirió llamar a los hombres del Taunus para conferenciar con ellos y con el matrimonio del Ariane. Un rato después consultaron sucesivamente a todos los del grupo. El joven soldado del Volkswagen estuvo inmediatamente de acuerdo, y el matrimonio del 203 ofreció las pocas provisiones que les quedaban (la muchacha del Dauphine había conseguido un vaso de granadina con agua para la niña, que reía y jugaba). Uno de los hombres del Taunus, que había ido a consultar a los muchachos del Simca, obtuvo un asentimiento burlón; el hombre pálido del Caravelle se encogió de hombros y dijo que le daba lo mismo, que hicieran lo que les pareciese mejor. Los ancianos del ID y la señora del Beaulieu se mostraron visiblemente contentos, como si se sintieran más protegidos. Los pilotos del Floride y del DKW no hicieron observaciones, y el americano del De Soto los miró asombrado y dijo algo sobre la voluntad de Dios. Al ingeniero le resultó fácil proponer que uno de los ocupantes del Taunus, en el que tenía una confianza instintiva, se encargara de coordinar las actividades. A nadie le faltaría de comer por el momento, pero era necesario conseguir agua; el jefe, al que los muchachos del Simca llamaban Taunus a secas para divertirse, pidió al ingeniero, al soldado y a uno de los muchachos que exploraran la zona circundante de la autopista y ofrecieran alimentos a cambio de bebidas. Taunus, que evidentemente sabía mandar, había calculado que deberían cubrirse las necesidades de un día y medio como máximo, poniéndose en la posición menos optimista. En el 2HP de las monjas y en el Ariane de los campesinos había provisiones suficientes para ese tiempo, y si los exploradores volvían con agua el problema quedaría resuelto. Pero solamente el soldado regresó con una cantimplora llena, cuyo dueño exigía en cambio comida para dos personas. El ingeniero no encontró a nadie que pudiera ofrecer agua, pero el viaje le sirvió para advertir que más allá de su grupo se estaban constituyendo otras células con problemas semejantes; en un momento dado el ocupante de un Alfa Romeo se negó a hablar con él del asunto, y le dijo que se dirigiera al representante de su grupo, cinco autos más atrás en la misma fila. Más tarde vieron volver al muchacho del Simca que no había podido conseguir agua, pero Taunus calculó que ya tenían bastante para los dos niños, la anciana del ID y el resto de las mujeres. El ingeniero le estaba contando a la muchacho del Dauphine su circuito por la periferia (era la una de la tarde, y el sol los acorralaba en los autos) cuando ella lo interrumpió con un gesto y le señaló el Simca. En dos saltos el ingeniero llegó hasta el auto y sujetó por el codo a uno de los muchachos, que se repantigaba en su asiento para beber a grandes tragos de la cantimplora que había traído escondida en la chaqueta. A su gesto iracundo, el ingeniero respondió aumentando la presión en el brazo; el otro muchacho bajó del auto y se tiró sobre el ingeniero, que dio dos pasos atrás y lo esperó casi con lástima. El 7 soldado ya venía corriendo, y los gritos de las monjas alertaron a Taunus y a su compañero; Taunus escuchó lo sucedido, se acercó al muchacho de la botella y le dio un par de bofetadas. El muchacho gritó y protestó, lloriqueando, mientras el otro rezongaba sin atreverse a intervenir. El ingeniero le quitó la botella y se la alcanzó a Taunus. Empezaban a sonar bocinas y cada cual regresó a su auto, por lo demás inútilmente puesto que la columna avanzó apenas cinco metros.

 

A la hora de la siesta, bajo un sol todavía más duro que la víspera, una de las monjas se quitó la toca y su compañera le mojó las sienes con agua de colonia.

Las mujeres improvisaban de a poco sus actividades samaritanas, yendo de un auto a otro, ocupándose de los niños para que los hombres estuvieran más libres: nadie se quejaba pero el buen humor era forzado, se basaba siempre en los mismos juegos de palabras, en un escepticismo de buen tono. Para el ingeniero y la muchacha del Dauphine, sentirse sudorosos y sucios era la vejación más grande; los enternecía casi la rotunda indiferencia del matrimonio de campesinos al olor que les brotaba de las axilas cada vez que venían a charlar con ellos o a repetir alguna noticia de último momento. Hacia el atardecer el ingeniero miró casualmente por el retrovisor y encontró como siempre la cara pálida y de rasgos tensos del hombre del Caravelle, que al igual que el gordo piloto del Floride se había mantenido ajeno a todas las actividades. Le pareció que sus facciones se habían afilado todavía más, y se preguntó si no estaría enfermo. Pero después, cuando al ir a charlar con el soldado y su mujer tuvo ocasión de mirarlo desde más cerca, se dijo que ese hombre no estaba enfermo; era otra cosa, una separación, por darle algún nombre. El soldado del Volkswagen le contó más tarde que a su mujer le daba miedo ese hombre silencioso que no se apartaba jamás del volante y que parecía dormir despierto. Nacían hipótesis, se creaba un folklore para luchar contra la inacción. Los niños del Taunus y el 203 se habían hecho amigos y se habían peleado y luego se habían reconciliado; sus padres se visitaban, y la muchacha del Dauphine iba cada tanto a ver cómo se sentían la anciana del ID y la señora del Beaulieu. Cuando al atardecer soplaron bruscamente unas ráfagas tormentosas y el sol se perdió entre las nubes que se alzaban al oeste, la gente se alegró pensando que iba a refrescar. Cayeron algunas gotas, coincidiendo con un avance extraordinario de casi cien metros; a lo lejos brilló un relámpago y el calor subió todavía más. Había tanta electricidad en la atmósfera que Taunus, con un instinto que el ingeniero admiró sin comentarios, dejó al grupo en paz hasta la noche, como si temiera los efectos del cansancio y el calor. A las ocho las mujeres se encargaron de distribuir las provisiones; se había decidido que el Ariane de los campesinos sería el almacén general, y que el 2HP de las monjas serviría de depósito suplementario. Taunus había ido en persona a hablar con los jefes de los cuatro o cinco grupos vecinos; después, con ayuda del soldado y el hombre del 203, llevó una cantidad de alimentos a los otros grupos, regresando con más agua y un poco de vino. Se decidió que los muchachos del Simca cederían sus colchones neumáticos a la anciana del ID y a la señora del Beaulieu; la muchacha del Dauphine les llevó dos mantas escocesas y el ingeniero ofreció su coche, que llamaba burlonamente el wagon-lit, a quienes lo necesitaran. Para su sorpresa, la muchacha del Dauphine aceptó el ofrecimiento y esa noche compartió las cuchetas del 404 con una de las monjas; la otra fue a dormir al 203 junto a la niña y su madre, mientras el marido pasaba la noche sobre el macadam, envuelto en una frazada. El ingeniero no tenía sueño y jugó a los dados con Taunus y su amigo; en algún momento se les agregó el campesino del Ariane y hablaron de política bebiendo unos tragos del aguardiente que el campesino había entregado a Taunus esa mañana. La noche no fue mala; había refrescado y brillaban algunas estrellas entre las nubes.

 

Hacia el amanecer los ganó el sueño, esa necesidad de estar a cubierto que nacía con la grisalla del alba. Mientras Taunus dormía junto al niño en el asiento trasero, su amigo y el ingeniero descansaron un rato en la delantera. Entre dos imágenes de sueño, el ingeniero creyó oír gritos a la distancia y vio un resplandor indistinto; el jefe de otro grupo vino a decirles que treinta autos más adelante había habido un principio de incendio en un Estafette, provocado por alguien que había querido hervir clandestinamente unas legumbres. Taunus bromeó sobre lo sucedido mientras iba de auto en auto para ver cómo habían pasado todos la noche, pero a nadie se le escapó lo que quería decir. Esa mañana la columna empezó a moverse muy temprano y hubo que correr y agitarse para recuperar los colchones y las mantas, pero como en todas partes debía estar sucediendo lo mismo casi nadie se impacientaba ni hacía sonar las bocinas. A mediodía habían avanzado más de cincuenta metros, y empezaba a divisarse la sombra de un bosque a la derecha de la ruta. Se envidiaba la suerte de los que en ese momento podían ir hasta la banquina y aprovechar la frescura de la sombra; quizá había un arroyo, o un grifo de agua potable. La muchacha del Dauphine cerró los ojos y pensó en una ducha cayéndole por el pecho y la espalda, corriéndole por las piernas; el ingeniero, que la miraba de reojo, vio dos lágrimas que le resbalaban por las mejillas.

 

Taunus, que acababa de adelantarse hasta el ID, vino a buscar a las mujeres más jóvenes para que atendieran a la anciana que no se sentía bien. El jefe del tercer grupo a retaguardia contaba con un médico entre sus hombres, y el soldado corrió a buscarlo. El ingeniero, que había seguido con irónica benevolencia los esfuerzos de los muchachitos del Simca para hacerse perdonar su travesura, entendió que era el momento de darles su oportunidad. Con los elementos de una tienda de campaña los muchachos cubrieron las ventanillas del 404, y el wagon-lit se transformó en ambulancia para que la anciana descansara en una oscuridad relativa. Su marido se tendió a su lado, teniéndole la mano, y los dejaron solos con el médico. Después las monjas se ocuparon de la anciana, que se sentía mejor, y el ingeniero pasó la tarde como pudo, visitando otros autos y descansando en el de Taunus cuando el sol castigaba demasiado; sólo tres veces le tocó correr hasta su auto, donde los viejitos parecían dormir, para hacerlo avanzar junto con la columna hasta el alto siguiente. Los ganó la noche sin que hubiesen llegado a la altura del bosque.

 

Hacia las dos de la madrugada bajó la temperatura, y los que tenían mantas se alegraron de poder envolverse en ellas. Como la columna no se movería hasta el alba (era algo que se sentía en el aire, que venía desde el horizonte de autos inmóviles en la noche) el ingeniero y Taunus se sentaron a fumar y a charlar con el campesino del Ariane y el soldado. Los cálculos de Taunus no correspondían ya a la realidad, y le dijo francamente; por la mañana habría que hacer algo para conseguir más provisiones y bebidas. El soldado fue a buscar a los jefes de los grupos vecinos, que tampoco dormían, y se discutió el problema en voz baja para no despertar a las mujeres. Los jefes habían hablado con los responsables de los grupos más alejados, en un radio de ochenta o cien automóviles, y tenían la seguridad de que la situación era análoga en todas partes. El campesino conocía bien la región y propuso que dos o tres hombres de cada grupo salieran al alba para comprar provisiones en las granjas cercanas, mientras Taunus se ocupaba de designar pilotos para los autos que quedaran sin dueño durante la expedición. La idea era buena y no resultó difícil reunir dinero entre los asistentes; se decidió que el campesino, el soldado y el amigo de Taunus irían juntos y llevarían todas las bolsas, redes y cantimploras disponibles. Los jefes de los otros grupos volvieron a sus unidades para organizar expediciones similares, y al amanecer se explicó la situación a las mujeres y se hizo lo necesario para que la columna pudiera seguir avanzando. La muchacha del Dauphine le dijo al ingeniero que la anciana ya estaba mejor y que insistía en volver a su ID; a las ocho llegó el médico, que no vio inconveniente en que el matrimonio regresara a su auto. De todos modos, Taunus decidió que el 404 quedaría habilitado permanentemente como ambulancia; los muchachos, para divertirse, fabricaron un banderín con una cruz roja y lo fijaron en la antena del auto. Hacía ya rato que la gente prefería salir lo menos posible de sus coches; la temperatura seguía bajando y a mediodía empezaron los chaparrones y se vieron relámpagos a la distancia. La mujer del campesino se apresuró a recoger agua con un embudo y una jarra de plástico, para especial regocijo de los muchachos del Simca. Mirando todo eso, inclinado sobre el volante donde había un libro abierto que no le interesaba demasiado, el ingeniero se preguntó por qué los expedicionarios tardaban tanto en regresar; más tarde Taunus lo llamó discretamente a su auto y cuando estuvieron dentro le dijo que habían fracasado. El amigo de Taunus dio detalles: las granjas estaban abandonadas o la gente se negaba a venderles nada, aduciendo las reglamentaciones sobre ventas a particulares y sospechando que podían ser inspectores que se valían de las circunstancias para ponerlos a prueba. A pesar de todo habían podido traer una pequeña cantidad de agua y algunas provisiones, quizá robadas por el soldado que sonreía sin entrar en detalles. Desde luego ya no podía pasar mucho tiempo sin que cesara el embotellamiento, pero los alimentos de que se disponía no eran los más adecuados para los dos niños y la anciana. El médico, que vino hacia las cuatro y media para ver a la enferma, hizo un gesto de exasperación y cansancio y dijo a Taunus que en su grupo y en todos los grupos vecinos pasaba lo mismo. Por la radio se había hablado de una operación de emergencia para despejar la autopista, pero aparte de un helicóptero que apareció brevemente al anochecer no se vieron otros aprestos. De todas maneras hacía cada vez menos calor, y la gente parecía esperar la llegada de la noche para taparse con las mantas y abolir en el sueño algunas horas más de espera. Desde su auto el ingeniero escuchaba la charla de la muchacha del Dauphine con el viajante del DKW, que le contaba cuentos y la hacía reír sin ganas. Lo sorprendió ver a la señora del Beaulieu que casi nunca abandonaba su auto, y bajó para saber si necesitaba alguna cosa, pero la señora buscaba solamente las últimas noticias y se puso hablar con las monjas. Un hastío sin nombre pesaba sobre ellos al anochecer; se esperaba más del sueño que de las noticias siempre contradictorias o desmentidas. El amigo de Taunus llegó discretamente a buscar al ingeniero, al soldado y al hombre del 203. Taunus les anunció que el tripulante del Floride acababa de desertar; uno de los muchachos del Simca había visto el coche vacío, y después de un rato se había puesto a buscar a su dueño para matar el tedio. Nadie conocía mucho al hombre gordo del Floride, que tanto había protestado el primer día aunque después acabara de quedarse tan callado como el piloto del Caravelle. Cuando a las cinco de la mañana no quedó la menor duda de que Floride, como se divertían en llamarlo los chicos del Simca, había desertado llevándose un valija de mano y abandonando otra llena de camisas y ropa interior, Taunus decidió que uno de los muchachos se haría cargo del auto abandonado para no inmovilizar la columna. A todos los había fastidiado vagamente esa deserción en la oscuridad, y se preguntaban hasta dónde habría podido llegar Floride en su fuga a través de los campos. Por lo demás parecía ser la noche de las grandes decisiones: tendido en su cucheta del 404, al ingeniero le pareció oír un quejido, pero pensó que el soldado y su mujer serían responsables de algo que, después de todo, resultaba comprensible en plena noche y en esas circunstancias. Después lo pensó mejor y levantó la lona que cubría la ventanilla trasera; a la luz de unas pocas estrellas vio a un metro y medio el eterno parabrisas del Caravelle y detrás, como pegada al vidrio y un poco ladeada, la cara convulsa del hombre. Sin hacer ruido salió por el lado izquierdo para no despertar a las monjas, y se acercó al Caravelle. Después buscó a Taunus, y el soldado corrió a prevenir al médico. Desde luego el hombre se había suicidado tomando algún veneno; las líneas a lápiz en la agenda bastaban, y la carta dirigida a una tal Yvette, alguien que lo había abandonado en Vierzon. Por suerte la costumbre de dormir en los autos estaba bien establecida (las noches eran ya tan frías que a nadie se le hubiera ocurrido quedarse fuera) y a pocos les preocupaba que otros anduvieran entre los coches y se deslizaran hacia los bordes de la autopista para aliviarse. Taunus llamó a un consejo de guerra, y el médico estuvo de acuerdo con su propuesta. Dejar el cadáver al borde de la autopista significaba someter a los que venían más atrás a una sorpresa por lo menos penosa: llevarlo más lejos, en pleno campo, podía provocar la violenta repulsa de los lugareños, que la noche anterior habían amenazado y golpeado a un muchacho de otro grupo que buscaba de comer. El campesino del Ariane y el viajante del DKW tenían lo necesario para cerrar herméticamente el portaequipaje del Caravelle. Cuando empezaban su trabajo se les agregó la muchacha del Dauphine, que se colgó temblando del brazo del ingeniero. Él le explicó en voz baja lo que acababa de ocurrir y la devolvió a su auto, ya más tranquila. Taunus y sus hombres habían metido el cuerpo en el portaequipajes, y el viajante trabajó con scotch tape y tubos de cola líquida a la luz de la linterna del soldado. Como la mujer del 203 sabía conducir, Taunus resolvió que su marido se haría cargo del Caravelle que quedaba a la derecha del 203; así, por la mañana, la niña del 203 descubrió que su papá tenía otro auto, y jugó horas y horas a pasar de uno a otro y a instalar parte de sus juguetes en el Caravelle.

 

Por primera vez el frío se hacía sentir en pleno día, y nadie pensaba en quitarse las chaquetas. La muchacha del Dauphine y las monjas hicieron el inventario de los abrigos disponibles en el grupo. Había unos pocos pulóveres que aparecían por casualidad en los autos o en alguna valija, mantas, alguna gabardina o abrigo ligero. Se estableció una lista de prioridades, se distribuyeron los abrigos. Otra vez volvía a faltar el agua, y Taunus envió a tres de sus hombres, entre ellos el ingeniero, para que trataran de establecer contacto con los lugareños. Sin que pudiera saberse por qué, la resistencia exterior era total; bastaba salir del límite de la autopista para que desde cualquier sitio llovieran piedras. En plena noche alguien tiró una guadaña que golpeó el techo del DKW y cayó al lado del Dauphine. El viajante se puso muy pálido y no se movió de su auto, pero el americano del De Soto (que no formaba parte del grupo de Taunus pero que todos apreciaban por su buen humor y sus risotadas) vino a la carrera y después de revolear la guadaña la devolvió campo afuera con todas sus fuerzas, maldiciendo a gritos. Sin embargo, Taunus no creía que conviniera ahondar la hostilidad; quizás fuese todavía posible hacer una salida en busca de agua.

 

Ya nadie llevaba la cuenta de lo que se había avanzado ese día o esos días; la muchacha del Dauphine creía que entre ochenta y doscientos metros; el ingeniero era menos optimista pero se divertía en prolongar y complicar los cálculos con su vecina, interesado de a ratos en quitarle la compañía del viajante del DKW que le hacía la corte a su manera profesional. Esa misma tarde el muchacho encargado del Floride corrió a avisar a Taunus que un Ford Mercury ofrecía agua a buen precio. Taunus se negó, pero al anochecer una de las monjas le pidió al ingeniero un sorbo de agua para la anciana del ID que sufría sin quejarse, siempre tomada de la mano de su marido y atendida alternativamente por las monjas y la muchacha del Dauphine. Quedaba medio litro de agua, y las mujeres lo destinaron a la anciana y a la señora del Beaulieu. Esa misma noche Taunus pagó de su bolsillo dos litros de agua; el Ford Mercury prometió conseguir más para el día siguiente, al doble del precio. Era difícil reunirse para discutir, porque hacía tanto frío que nadie abandonaba los autos como no fuera por un motivo imperioso. Las baterías empezaban a descargarse y no se podía hacer funcionar todo el tiempo la calefacción; Taunus decidió que los dos coches mejor equipados se reservarían llegado el caso para los enfermos. Envueltos en mantas (los muchachos del Simca habían arrancado el tapizado de su auto para fabricarse chalecos y gorros, y otros empezaron a imitarlos), cada uno trataba de abrir lo menos posible las portezuelas para conservar el calor. En alguna de esas noches heladas el ingeniero oyó llorar ahogadamente a la muchacha del Dauphine. Sin hacer ruido, abrió poco a poco la portezuela y tanteó en la sombra hasta rozar una mejilla mojada. Casi sin resistencia la chica se dejó atraer al 404; el ingeniero la ayudó a tenderse en la cucheta, la abrigó con la única manta y le echó encima una gabardina. La oscuridad era más densa en el coche ambulancia, con sus ventanillas tapadas por las lonas de la tienda. En algún momento el ingeniero bajó los dos parasoles y colgó de ellos su camisa y un pulóver para aislar completamente el auto. Hacia el amanecer ella le dijo al oído que antes de empezar a llorar había creído ver a lo lejos, sobre la derecha, las luces de una ciudad.

 

Quizá fuera una ciudad pero las nieblas de la mañana no dejaban ver ni a veinte metros. Curiosamente ese día la columna avanzó bastante más, quizás doscientos o trescientos metros. Coincidió con nuevos anuncios de la radio (que casi nadie escuchaba, salvo Taunus que se sentía obligado a mantenerse al corriente); los locutores hablaban enfáticamente de medidas de excepción que liberarían la autopista, y se hacían referencias al agotador trabajo de las cuadrillas camineras y de las fuerzas policiales. Bruscamente, una de las monjas deliró. Mientras su compañera la contemplaba aterrada y la muchacha del Dauphine le humedecía las sienes con un resto de perfume, la monja habló de Armagedón, del noveno día, de la cadena de cinabrio. El médico vino mucho después, abriéndose paso entre la nieve que caía desde el mediodía y amurallaba poco a poco los autos. Deploró la carencia de una inyección calmante y aconsejó que llevaran a la monja a un auto con buena calefacción. Taunus la instaló en su coche, y el niño pasó al Caravelle donde también estaba su amiguita del 203; jugaban con sus autos y se divertían mucho porque eran los únicos que no pasaban hambre. Todo ese día y los siguientes nevó casi de continuo, y cuando la columna avanzaba unos metros había que despejar con medios improvisados las masas de nieve amontonadas entre los autos.

 

A nadie se le hubiera ocurrido asombrarse por la forma en que se obtenían las provisiones y el agua. Lo único que podía hacer Taunus era administrar los fondos comunes y tratar de sacar el mejor partido posible de algunos trueques. El Ford Mercury y un Porsche venían cada noche a traficar con las vituallas; Taunus y el ingeniero se encargaban de distribuirlas de acuerdo con el estado físico de cada uno. Increíblemente la anciana del ID sobrevivía, perdida en un sopor que las mujeres se cuidaban de disipar. La señora del Beaulieu que unos días antes había sufrido de náuseas y vahídos, se había repuesto con el frío y era de las que más ayudaban a la monja a cuidar a su compañera, siempre débil y un poco extraviada. La mujer del soldado y la del 203 se encargaban de los dos niños; el viajante del DKW, quizá para consolarse de que la ocupante del Dauphine hubiera preferido al ingeniero, pasaba horas contándoles cuentos a los niños. En la noche los grupos ingresaban en otra vida sigilosa y privada; las portezuelas se abrían silenciosamente para dejar entrar o salir alguna silueta aterida; nadie miraba a los demás, los ojos estaban tan ciegos como la sombra misma. Bajo mantas sucias, con manos de uñas crecidas, oliendo a encierro y a ropa sin cambiar, algo de felicidad duraba aquí y allá. La muchacha del Dauphine no se había equivocado: a lo lejos brillaba una ciudad, y poco y a poco se irían acercando. Por las tardes el chico del Simca se trepaba al techo de su coche, vigía incorregible envuelto en pedazos de tapizado y estopa verde. Cansado de explorar el horizonte inútil, miraba por milésima vez los autos que lo rodeaban; con alguna envidia descubría a Dauphine en el auto del 404, una mano acariciando un cuello, el final de un beso. Por pura broma, ahora que había reconquistado la amistad del 404, les gritaba que la columna iba a moverse; entonces Dauphine tenía que abandonar al 404 y entrar en su auto, pero al rato volvía a pasarse en busca de calor, y al muchacho del Simca le hubiera gustado tanto poder traer a su coche a alguna chica de otro grupo, pero no era ni para pensarlo con ese frío y esa hambre, sin contar que el grupo de más adelante estaba en franco tren de hostilidad con el de Taunus por una historia de un tubo de leche condensada, y salvo las transacciones oficiales con Ford Mercury y con Porsche no había relación posible con los otros grupos. Entonces el muchacho del Simca suspiraba descontento y volvía a hacer de vigía hasta que la nieve y el frío lo obligaban a meterse tiritando en su auto.

 

Pero el frío empezó a ceder, y después de un período de lluvias y vientos que enervaron los ánimos y aumentaron las dificultades de aprovisionamiento, siguieron días frescos y soleados en que ya era posible salir de los autos, visitarse, reanudar relaciones con los grupos vecinos. Los jefes habían discutido la situación, y finalmente se logró hacer la paz con el grupo de más adelante. De la brusca desaparición de Ford Mercury se habló mucho tiempo sin que nadie supiera lo que había podido ocurrirle, pero Porsche siguió viniendo y controlando el mercado negro. Nunca faltaban del todo el agua o las conservas, aunque los fondos del grupo disminuían y Taunus y el ingeniero se preguntaban qué ocurriría el día en que no hubiera más dinero para Porsche. Se habló de un golpe de mano, de hacerlo prisionero y exigirle que revelara la fuente de los suministros, pero en esos días la columna había avanzado un buen trecho y los jefes prefirieron seguir esperando y evitar el riesgo de echarlo todo a perder por una decisión violenta. Al ingeniero, que había acabado por ceder a una indiferencia casi agradable, lo sobresaltó por un momento el tímido anuncio de la muchacha del Dauphine, pero después comprendió que no se podía hacer nada para evitarlo y la idea de tener un hijo de ella acabó por parecerle tan natural como el reparto nocturno de las provisiones o los viajes furtivos hasta el borde de la autopista. Tampoco la muerte de la anciana del ID podía sorprender a nadie. Hubo que trabajar otra vez en plena noche, acompañar y consolar al marido que no se resignaba a entender. Entre dos de los grupos de vanguardia estalló una pelea y Taunus tuvo que oficiar de árbitro y resolver precariamente la diferencia. Todo sucedía en cualquier momento, sin horarios previsibles; lo más importante empezó cuando ya nadie lo esperaba, y al menos responsable le tocó darse cuenta el primero. Trepado en el techo del Simca, el alegre vigía tuvo la impresión de que el horizonte había cambiado (era el atardecer, un sol amarillento deslizaba su luz rasante y mezquina) y que algo inconcebible estaba ocurriendo a quinientos metros, a trescientos, a doscientos cincuenta. Se lo gritó al 404 y el 404 le dijo algo Dauphine que se pasó rápidamente a su auto cuando ya Taunus, el soldado y el campesino venían corriendo y desde el techo del Simca el muchacho señalaba hacia adelante y repetía interminablemente el anuncio como si quisiera convencerse de que lo que estaba viendo era verdad; entonces oyeron la conmoción, algo como un pesado pero incontenible movimiento migratorio que despertaba de un interminable sopor y ensayaba sus fuerzas. Taunus les ordenó a gritos que volvieran a sus coches; el Beaulieu, el ID, el Fiat 600 y el De Soto arrancaron con un mismo impulso. Ahora el 2HP, el Taunus, el Simca y el Ariane empezaban a moverse, y el muchacho del Simca, orgulloso de algo que era como su triunfo, se volvía hacia el 404 y agitaba el brazo mientras el 404, el Dauphine, el 2HP de las monjas y el DKW se ponían a su vez en marcha. Pero todo estaba en saber cuánto iba a durar eso; el 404 se lo preguntó casi por rutina mientras se mantenía a la par de Dauphine y le sonreía para darle ánimo. Detrás, el Volkswagen, el Caravelle, el 203 y el Floride arrancaban a su vez lentamente, un trecho en primera velocidad, después la segunda, interminablemente la segunda pero ya sin desembragar como tantas veces, con el pie firme en el acelerador, esperando poder pasar a tercera. Estirando el brazo izquierdo el 404 buscó la mano de Dauphine, rozó apenas la punta de sus dedos, vio en su cara una sonrisa de incrédula esperanza y pensó que iban a llegar a París y que se bañarían, que irían juntos a cualquier lado, a su casa o a la de ella a bañarse, a comer, a bañarse interminablemente y a comer y beber, y que después habría muebles, habría un dormitorio con muebles y un cuarto de baño con espuma de jabón para afeitarse de verdad, y retretes, comidas y retretes y sábanas, París era un retrete y dos sábanas y el agua caliente por el pecho y las piernas, y una tijera de uñas, y vino blanco, beberían vino blanco antes de besarse y sentirse oler a lavanda y a colonia, antes de conocerse de verdad a plena luz, entre sábanas limpias, y volver a bañarse por juego, amarse y bañarse y beber y entrar en la peluquería, entrar en el baño, acariciar las sábanas y acariciarse entre las sábanas y amarse entre la espuma y la lavanda y los cepillos antes de empezar a pensar en lo que iban a hacer, en el hijo y los problemas y el futuro, y todo eso siempre que no se detuvieran, que la columna continuara aunque todavía no se pudiese subir a la tercera velocidad, seguir así en segunda, pero seguir. Con los paragolpes rozando el Simca, el 404 se echó atrás en el asiento, sintió aumentar la velocidad, sintió que podía acelerar sin peligro de irse contra el Simca, y que el Simca aceleraba sin peligro de chocar contra el Beaulieu, y que detrás venía el Caravelle y que todos aceleraban más y más, y que ya se podía pasar a tercera sin que el motor penara, y la palanca calzó increíblemente en la tercera y la marcha se hizo suave y se aceleró todavía más, y el 404 miró enternecido y deslumbrado a su izquierda buscando los ojos de Dauphine. Era natural que con tanta aceleración las filas ya no se mantuvieran paralelas. Dauphine se había adelantado casi un metro y el 404 le veía la nuca y apenas el perfil, justamente cuando ella se volvía para mirarlo y hacía un gesto de sorpresa al ver que el 404 se retrasaba todavía más. Tranquilizándola con una sonrisa el 404 aceleró bruscamente, pero casi en seguida tuvo que frenar porque estaba a punto de rozar el Simca; le tocó secamente la bocina y el muchacho del Simca lo miró por el retrovisor y le hizo un gesto de impotencia, mostrándole con la mano izquierda el Beaulieu pegado a su auto. El Dauphine iba tres metros más adelante, a la altura del Simca, y la niña del 203, al nivel del 404, agitaba los brazos y le mostraba su muñeca. Una mancha roja a la derecha desconcertó al 404; en vez del 2HP de las monjas o del Volkswagen del soldado vio un Chevrolet desconocido, y casi en seguida el Chevrolet se adelantó seguido por un Lancia y por un Renault 8. A su izquierda se le apareaba un ID que empezaba a sacarle ventaja metro a metro, pero antes de que fuera sustituido por un 403, el 404 alcanzó a distinguir todavía en la delantera el 203 que ocultaba ya a Dauphine. El grupo se dislocaba, ya no existía. Taunus debía de estar a más de veinte metros adelante, seguido de Dauphine; al mismo tiempo la tercera fila de la izquierda se atrasaba porque en vez del DKW del viajante, el 404 alcanzaba a ver la parte trasera de un viejo furgón negro, quizá un Citroën o un Peugeot. Los autos corrían en tercera, adelantándose o perdiendo terreno según el ritmo de su fila, y a los lados de la autopista se veían huir los árboles, algunas casas entre las masas de niebla y el anochecer. Después fueron las luces rojas que todos encendían siguiendo el ejemplo de los que iban adelante, la noche que se cerraba bruscamente. De cuando en cuando sonaban bocinas, las agujas de los velocímetros subían cada vez más, algunas filas corrían a setenta kilómetros, otras a sesenta y cinco, algunas a sesenta. El 404 había esperado todavía que el avance y el retroceso de las filas le permitiera alcanzar otra vez a Dauphine, pero cada minuto lo iba convenciendo de que era inútil, que el grupo se había disuelto irrevocablemente, que ya no volverían a repetirse los encuentros rutinarios, los mínimos rituales, los consejos de guerra en el auto de Taunus, las caricias de Dauphine en la paz de la madrugada, las risas de los niños jugando con sus autos, la imagen de la monja pasando las cuentas del rosario. Cuando se encendieron las luces de los frenos del Simca, el 404 redujo la marcha con un absurdo sentimiento de esperanza, y apenas puesto el freno de mano saltó del auto y corrió hacia adelante. Fuera del Simca y el Beaulieu (más atrás estaría el Caravelle, pero poco le importaba) no reconoció ningún auto; a través de cristales diferentes lo miraban con sorpresa y quizá escándalo otros rostros que no había visto nunca. Sonaban las bocinas, y el 404 tuvo que volver a su auto; el chico del Simca le hizo un gesto amistoso, como si comprendiera, y señaló alentadoramente en dirección de París. La columna volvía a ponerse en marcha, lentamente durante unos minutos y luego como si la autopista estuviera definitivamente libre. A la izquierda del 404 corría un Taunus, y por un segundo al 404 le pareció que el grupo se recomponía, que todo entraba en el orden, que se podría seguir adelante sin destruir nada. Pero era un Taunus verde, y en el volante había una mujer con anteojos ahumados que miraba fijamente hacia adelante. No se podía hacer otra cosa que abandonarse a la marcha, adaptarse mecánicamente a la velocidad de los autos que lo rodeaban, no pensar. En el Volkswagen del soldado debía estar su chaqueta de cuero. Taunus tenía la novela que él había leído en los primeros días. Un frasco de lavanda casi vacío en el 2HP de las monjas. Y él tenía ahí, tocándolo a veces con la mano derecha, el osito de felpa que Dauphine le había regalado como mascota. Absurdamente se aferró a la idea de que a las nueve y media se distribuirían los alimentos, habría que visitar a los enfermos, examinar la situación con Taunus y el campesino del Ariane; después sería la noche, sería Dauphine subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida. Sí, tenía que ser así, no era posible que eso hubiera terminado para siempre. Tal vez el soldado consiguiera una ración de agua, que había escaseado en las últimas horas; de todos modos se podía contar con Porsche, siempre que se le pagara el precio que pedía. Y en la antena de la radio flotaba locamente la bandera con la cruz roja, y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.

 

 

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14 de Agosto, 2010 · NOTICIAS

LA NEUTRALIDAD EN LA RED SERÍA ALTERADA

Como muchos lectores ya sabrán, la semana pasada una noticia publicada por el New York Times generó un revuelo en la Web. Palabras más, palabras menos, el artículo afirmaba que Google estaba negociando con Verizon –el principal proveedor de Internet de los EE.UU.—la posibilidad de que YouTube y otros sitios de esa empresa tengan privilegios frente a otros a la hora de "viajar" por la Web.

 

De concretarse, sería la primera vez que por un acuerdo entre dos empresas se rompe con la tradicional "neutralidad" de la red, un principio que obliga a todos los proveedores a que dejen circular la información de manera libre, sin importar quién es el emisor del contenido.

 

Aunque parezca un tema de especialistas en redes y circuitos, en realidad esta discusión nos involucra a todos, en tanto consumidores del contenido que circula por la Web. Y tiene que ver con uno de nuestros derechos más básicos como ciudadanos –en este caso, "ciudadanos digitales"—como es el de la libertad de expresión, en igualdad de oportunidades.

 

También está relacionado con nuestro futuro acceso a los distintos servicios que hoy se brinda en la Web. Entre las quejas que se escucharon por estos días, se mencionaba que, en el caso de ser controlada la red por Verizon --también operador de telefonía celular en los EE.UU.--, ellos podrían llegar a bloquear servicios de telefonía IP gratuitos como el de Skype. Es solo un ejemplo y no necesariamente esto tiene que ocurrir, pero pinta cuál puede ser el panorama en el caso de romperse la tradición de "neutralidad".

 

 

Google y Verizon desmintieron "categóricamente" que estén planeando quebrar el concepto de neutralidad. Lo hicieron mediante un comunicado que firmaron las dos empresas en conjunto. "Nosotros somos unos de los principales impulsores de la neutralidad en Internet", dijo Daniel Helft, gerente de Comunicaciones de Google Latinoamérica.

 

 

Sin embargo, si uno observa con profundidad el comunicado verá que hay más sombras que luces en el texto. Sobre todo, si se mira el punto seis. Después de una larga introducción acerca de la defensa de los principios rectores de Internet, en ese apartado Google y Verizon sostienen que "la banda ancha inalámbrica es diferente a la tradicional". Y por lo tanto estos principios "no se aplican del mismo modo".

 

¿Cómo? ¿Hay dos Internet distintas? ¿Si la información viene por los cables se debe aplicar un criterio (el de siempre), pero si viene por el aire otro? Sí, para los dos gigantes estadounidenses de Internet sí, y el motivo es estrictamente tecnológico.

 

Aunque no lo dicen en el comunicado, la principal diferencia que existe entre una red inalámbrica frente a una de cables "tradicional", es que la primera utiliza un bien escaso, (en cualquier país), como es el espectro radioeléctrico.

 

Con mayor o menor inversión, con mayor o menor regulación, por Tierra podría llegar cualquier proveedor, el que quiera. En cambio, las bandas que se usan para transmitir radiofrecuencia son muy limitadas, están manejadas por los Estados (básicamente, por una cuestión de seguridad), y para hacer uso de ellos hay que pagar un precio considerable.

 

Pero además, por Tierra se pueden instalar una, dos, tres, cientos de fibras ópticas, tantas como la demanda lo requiera. Pero por el aire, el espectro asignado a la telefonía celular solo podrá llevar una determinada cantidad de datos. El ancho de banda se transforma, entonces en un bien escaso, lo que incrementa su valor.

 

Cada vez más gente usa celulares inteligentes, poderosas computadoras conectadas a Internet. De a poco, estos usuarios van copiando los hábitos de uso de la PC de escritorio o notebooks: mirar videos, usar redes sociales, etc.

 

Este es el punto donde se desata el conflicto. Los grandes proveedores de Internet quieren, por un lado financiar esta tecnología, pero por otro sacarle valor a un este bien escaso. Y nada mejor que hacerlo a través de los proveedores de contenidos que más ancho de banda demanda, como los de video, donde YouTube es el rey.

 

Desde el punto de vista tecnológico podría tener cierta razonabilidad. Parece lógico que, para que todo funcione correctamente en un marco de escasez, los más poderosos y beneficiados contribuyan con sus ganancias. Pero resulta que por Internet no circula luz, agua, gas u otro de estos servicio. Por allí pasa la información que todos nosotros producimos.

 

Por tal motivo, si bien es cierto que desde le punto de vista tecnológico "la banda ancha inalámbrica es diferente a la tradicional", nada debería permitir que el contenido más visto o demandado tenga mayor prioridad que el resto. Seguramente la red funcionará mejor, pero será un enorme retroceso para el espíritu democrático que dio vida a la red que nos está comunicando en este momento.

 

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En Twitter: @RickyBraginski

FUENTE: http://www.clarin.com/internet/discusion-momento-peligro-libertad-Web_0_314968702.html

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20 de Febrero, 2010 · CONCIENCIA

SANGRE DEL CORDÓN UMBILICAL

LaSangre del Cordón Umbilical http://www.nacersano.org/images/spc.gif
Después del nacimiento del bebé, por lo general el cordón umbilical se desechajunto con la placenta. No obstante, los investigadores han comprobado que lasangre recuperada del cordón umbilical es una fuente rica de célulasprimordiales. Las células primordiales son células no especializadas queproducen todas las demás células sanguíneas, incluidas las plaquetascoagulantes y los glóbulos rojos y blancos. Al igual que la médula ósea donada,la sangre del cordón umbilical puede utilizarse para tratar diferentestrastornos genéticos que afectan a la sangre y al sistema inmunitario, laleucemia y ciertos cánceres, y algunos trastornos hereditarios bioquímicos. Ala fecha, son más de 45 los trastornos que pueden tratarse con célulasprimordiales de la sangre del cordón umbilical

Actualmente, existen compañías comerciales que ofrecen a los padres unservicio de almacenamiento de la sangre del cordón de su bebé. Los futurospadres que están considerando esta opción deben reunir la mayor cantidad deinformación posible para poder tomar una decisión bien informada.

¿Qué son las células primordiales y por qué son valiosas? 
Las células primordiales de la sangre, que en la mayoría de los casos seencuentran en lo profundo de la médula ósea, son la fábrica del sistemasanguíneo. En forma permanente realizan nuevas copias de sí mismas y producencélulas que fabrican casi todos los demás tipos de células sanguíneas. Lascélulas primordiales son fundamentales para el éxito de los transplantes demédula ósea (o BMT, como se los conoce por sus siglas en inglés), ya quecontinúan fabricando células sanguíneas en forma indefinida. 

Los transplantes de médula ósea pueden salvar la vida de personas quepadecen leucemia (cáncer de los glóbulos blancos) y otros tipos de cáncer, o depersonas con trastornos graves en la sangre, como anemia aplástica, en la queel organismo no produce suficientes células sanguíneas. Las célulasprimordiales pueden ayudar a mejorar la capacidad de producción de sangre deuna persona y el sistema inmunitario cuando están afectados por un defectohereditario (genético) o cuando han sufrido daños severos o fueron destruidosdeliberadamente por tratamientos contra el cáncer. Actualmente, la médula óseadonada es la fuente más común de células primordiales.

¿Cuáles son las ventajas de las células primordiales de la sangre delcordón umbilical
Losestudios sugieren que las células primordiales de la sangre del cordónumbilical ofrecen algunas ventajas importantes respecto de las tomadas de lamédula ósea. Por un lado, las células primordiales de la sangre del cordónumbilical son mucho más fáciles de obtener ya que pueden tomarse inmediatamentede la placenta en el momento del parto. La recolección de células primordialesde la médula ósea requiere un procedimiento quirúrgico, por lo general conanestesia general, que puede causar dolores post-operatorios y representa unpequeño riesgo para el donante. 

Es más amplia la gama de receptores que pueden beneficiarse con lascélulas primordiales del cordón umbilical. Éstas pueden almacenarse y volversea transplantar en el donante, un miembro de la familia o un receptor sinrelación de parentesco. Para que un transplante de médula ósea sea exitoso,debe existir una correspondencia casi perfecta de ciertas proteínas del tejidoentre el donante y el receptor. Cuando se utilizan las células primordiales dela sangre del cordón umbilical, las células del donante parecen tener másprobabilidades de "tomar" o injertarse, incluso cuando no hay correspondenciatotal entre los tejidos. 

Una complicación potencialmente fatal llamada enfermedad de injertocontra huésped (GVHD, en inglés), en la que las células del donante puedenatacar los tejidos del receptor, parece producirse con menos frecuencia consangre del cordón umbilical que con la médula ósea. Esto puede deberse a que lasangre del cordón tiene un sistema inmunitario mudo y ciertas células, por logeneral activas en una reacción inmune, no han sido educadas aún para atacar alreceptor. Un estudio realizado durante el año 2000 comprobó que los niños querecibían un transplante de sangre del cordón umbilical de un hermano con unaalta correspondencia tenían un 59 por ciento menos de probabilidades dedesarrollar GVHD que los niños que recibían un transplante de médula ósea de lamisma manera. 

El uso de sangre del cordón umbilical puede hacer que los transplantesde células primordiales estén disponibles más rápidamente para las personas quelos necesitan. Cada año, se diagnostica a aproximadamente 30.000 personascondiciones que pueden tratarse con un transplante de médula ósea.Aproximadamente el 25 por ciento de estas personas tiene un pariente cuyotejido es compatible. Si bien para muchas personas pueden ubicarse donantesadecuados a través de registros de médula ósea nacionales, el proceso puedellevar meses. Los donantes se ubican dentro de los cuatro meses paraaproximadamente el 50 por ciento de los pacientes. Con frecuencia, es másdifícil encontrar una persona con médula ósea compatible para miembros degrupos étnicos y raciales no blancos. Los transplantes de la sangre del cordónumbilical permiten a una cantidad mayor de personas pertenecientes a estosgrupos acceder a un tratamiento más rápidamente. Las células primordiales de lasangre del cordón umbilical guardadas en bancos pueden estar más fácilmentedisponibles, lo cual a veces es de particular importancia para pacientes concasos severos de leucemia, anemia o inmunodeficiencia que, de otro modo,morirían antes de poder encontrar a alguien compatible. 

La sangre del cordón umbilical también tiene menos probabilidades decontener ciertos agentes infecciosos, como algunos virus, que pueden suponer unriesgo para los receptores del transplante. Asimismo, algunos estudios sugierenque la sangre del cordón umbilical puede tener una capacidad mayor que lamédula ósea para generar nuevas células sanguíneas. En cada onza de la sangredel cordón umbilical, hay una cantidad casi diez veces mayor de célulasproductoras de sangre. Esto sugiere que se requiere una cantidad más pequeña decélulas primordiales de la sangre del cordón umbilical para que un transplantesea exitoso. 

Asimismo, las células primordiales de la sangre del cordón umbilicalofrecen algunas posibilidades interesantes de terapia con genes para ciertasenfermedades genéticas, especialmente las relacionadas con el sistemainmunitario. El Dr. Donald Kohn, y colegas del Hospital de Niños de laUniversidad de California del Sur de Los Ángeles y la Universidad deCalifornia en San Francisco, realizaron el primer intento de terapiagenética con sangre del cordón en 1993 en tres niños que padecían deficienciade adenosín desaminasa (ADA), un defecto potencialmente fatal que paraliza elsistema inmunitario. Los niños, que también recibieron un tratamiento especialcon drogas, parecen saludables a la fecha, aunque su sangre ahora transportasólo una pequeña cantidad del gen introducido en sus células primordiales.

¿Dónde y cuándo se recogen y guardan las muestras de sangre del cordónumbilical? 
Los padres que están esperando un bebé pueden realizar los arreglos necesariosantes de que nazca para que se tome la sangre del cordón umbilical en formainmediata después del nacimiento (dentro de los 15 minutos del parto) y paraque se la almacene para su propio uso en un banco de sangre comercial. Tambiénpueden donarla a un banco público para ponerla a disposición de alguna personaque necesita un transplante y para la cual es compatible. Si los padresutilizan un banco comercial, los costos iniciales oscilan entre $250 y $1.500,más un cargo anual por almacenamiento de $50 a $100. Algunas compañías de seguromédico están comenzando a cubrir estos costos. 

Si bien los bancos públicos pagan el procesamiento de las muestras de lasangre del cordón umbilical, requieren que los padres completen un extensocuestionario sobre su salud y las enfermedades que han tenido. Las pruebasrequeridas, para enfermedades como la hepatitis y el VIH, pueden ser costosaspara los padres. Además, los arreglos con estos bancos deben realizarse almenos 90 días antes de la fecha del parto.

¿Quiénes deberían considerar almacenar la sangre del cordón umbilical? 
A los padres que esperan un bebé y que tienen antecedentes familiares deenfermedades genéticas, como anemias severas, trastornos inmunitarios o algunostipos de cáncer, les conviene considerar el beneficio que representa para lafamilia almacenar sangre del cordón umbilical. La mayoría de las familias notiene estos factores de riesgo y sólo tendría una probabilidad en 20.000 denecesitar un transplante de células primordiales. Las familias pueden solicitarinformación detallada y asesoramiento a los médicos y especialistas engenética. 

Las familias que desean donar la sangre del cordón umbilical de su bebéa un banco público para ser utilizado por otras personas deben informarsecompletamente de sus responsabilidades y de las consecuencias de esta donación.

¿Cuáles son algunas de las cuestiones existentes al respecto? 
Nose han establecido aún normas universales para la recolección y almacenamientode sangre del cordón, pero éstas son necesarias para poder intercambiar lasmuestras entre diferentes bancos. Actualmente, algunos bancos almacenanmuestras de sangre enteras, mientras que otros separan los glóbulos rojos,glóbulos blancos y demás componentes de la sangre antes de congelarlos. Existentambién otras cuestiones relativas a la seguridad acerca del método derecolección de la sangre del cordón a fin de evitar la contaminación. LaSecretaría de Alimentos y Medicamentos (FDA) está estudiando estascuestiones. 

Aún quedan por resolver muchas cuestiones éticas en relación con elalmacenamiento de sangre del cordón umbilical en bancos. Algunas de ellas son:¿quién es dueño de la muestra de sangre? ¿Cómo se obtiene la autorizacióninformada de los padres antes de recoger la sangre? ¿De qué manera seproporciona el asesoramiento necesario para ayudar a los padres a tomar unadecisión bien fundamentada? ¿Cómo debe manejarse la obligación de notificar alos padres y niños donantes de los resultados de las pruebas médicas deenfermedades infecciosas e información genética? ¿Cómo puede mantenerse laprivacidad y la confidencialidad? ¿Cómo se proporcionarán los servicios para larecolección y acceso a sangre del cordón umbilical en forma justa?

¿El transplante de sangre del cordón umbilical es aún experimental?
El uso de células primordiales de la sangre del cordón para transplantesencierra una gran promesa pero esta área de la ciencia médica aún esexperimental en su mayor parte. Recién en 1988, investigadores francesesrealizaron el primer transplante exitoso con células primordiales con sangredel cordón umbilical. El transplante fue tomado de un recién nacido para unhermano de cinco años con un síndrome de anemia severa que incluía defectosesqueléticos (anemia de Fanconi). Desde entonces, la sangre del cordónumbilical de donantes con relación de parentesco o sin ella, se hatransplantado con éxito en aproximadamente 2.000 personas en todo el mundo. Losmédicos del Mattel Children's Hospital de la Universidad de California, LosÁngeles, informaron recientemente que tres jóvenes tratados porinmunodeficiencias potencialmente mortales (síndrome linfoproliferativo ligadoal cromosoma X e inmunodeficiencia con hiper IgM) tenían sistemas inmunitariosnormales dos años después de recibir células primordiales del cordón umbilicalde donantes sin relación de parentesco. 

En 1998, el estudio más grande jamás realizado de transplantes de sangredel cordón umbilical de donantes sin relación de parentesco sugirió que era unprocedimiento factible para pacientes (adultos y niños) que no tenían un donantecon relación de parentesco compatible. Las tasas de supervivencia para lospacientes que recibieron sangre del cordón umbilical o médula ósea de donantessin relación de parentesco fueron iguales. 

No obstante, hasta que no se obtengan los resultados de estudios ampliosadicionales, las compañías de seguros y Medicaid aún dudan en cubrir el costodel almacenamiento. En consecuencia, el servicio en la mayoría de los casossólo es accesible a aquellas familias que pueden costearlo. Es muy poco probableque un niño requiera un transplante de células primordiales o, si llegara anecesitarlo, que la sangre del cordón umbilical del propio niño sea la fuenteideal de células primordiales. No se ha comprobado aún si un transplante queutilice las células primordiales del mismo niño es eficaz o incluso seguro,especialmente en el caso de cánceres infantiles. Por estas razones, la AcademiaAmericana de Pediatría (AAP) no considera prudente almacenar la sangre delcordón umbilical como una protección biológica en el caso de familias que notienen antecedentes de los trastornos antes mencionados. No obstante, la AAP yalgunos otros científicos están a favor de la recolección y almacenamiento desangre del cordón umbilical en bancos públicos para que pueda ser utilizada porreceptores sin relación de parentesco que necesitan con urgencia un transplantecelular. Esto podría resultar particularmente útil para los grupos étnicos yraciales que se encuentran poco representados en los registros de voluntariosde médula ósea. 

March of Dimes es optimista respecto de las posibilidades deltratamiento con sangre del cordón umbilical y está evaluando los resultados delas investigaciones que, hasta ahora, parecen promisorios. No obstante, lospadres que esperan un bebé deben informarse bien para que su elección se baseen un asesoramiento idóneo con fundamentos médicos.

Referencias
American Academy of Pediatrics Work Group on CordBlood Banking. Cord blood banking for potential future transplantation: subjectreview. Pediatrics, volumen 104, número 11, julio de 1999, páginas116-118. 

Rocha, V., etal. Graft-versus-host disease in children who have received a cord-blood orbone marrow transplant from an HLA-identical sibling. New England Journal ofMedicine, volumen 342, número 26, 22 de junio de 2000, páginas 1846-1854. 

Rubenstein,P., et al. Outcomes among 562 recipients of placental-blood transplants fromunrelated donors. New England Journal of Medicine, 1998, volumen 339, páginas1565-1576. 

Ziegner, U.,et al. Unrelated umbilical cord stem transplantation for X-linkedimmunodeficiencies. Journalof Pediatrics, volumen 134, número 4, abril de 2001, páginas 70-573.

09-1018-98 11/02

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07 de Febrero, 2010 · CONCIENCIA

ELHOMBRE VIENE: LAS ABEJAS SE VAN; LAS ABEJAS SE VAN: EL HOMBRE SE VA

03-02-10 Por Dominique Guillet

Hoy encontramos que más del 75% de los cultivos que nutren la humanidad y el 35% de la producción de alimento dependen todavía de los polinizadores, es decir, en mayor parte abejas. Pero las abejas estan desapareciendo. El único enemigo verdadero de la abeja, su solo predador a la escala planetaria, es el hombre moderno. Albert Einstein previno a la humanidad: "si la abeja desapareciera de la superficie del globo, el hombre no tendría más que cuatro años a vivir, no más polinización, no más hierba, no más animales, no más hombres".

Motín en las colmenas Las abejas trashuman hacia la nada. Las abejas desertan por decenas de millones. Las colmenas se vacían en menos de una semana. Es una nueva catástrofe para el mundo apícola (y sin duda para el mundo entero) puesto que ésta se anuncia de amplitud planetaria. Se llama "síndrome del colapso de las colonias".

En los E.U.A., los expertos apícolas están totalmente desorientados. Hasta invocan un "misterio". En efecto, las abejas desaparecen "limpiamente" sin dejar cadáveres. Las colmenas llenas de miel y de polen no son saqueadas por otras abejas u otros insectos. Es una maldición que se cierne sobre las colmenas.

Sin embargo, los expertos apícolas no desesperan de encontrar la poción milagrosa, de salvar, una vez más, su industria puesto que así la califican. Pusieron sobre la huella de las abejas dadas por desaparecidas los mejores detectives-virólogos. El reto es inmenso: no hay abejas, no hay polinización, no hay cosechas, no hay dólares. El bípedo que se autoproclamó amo de la esfera planetaria está muy enojado. Las abejas hacen la huelga de la polinización, las traviesas se niegan a libar.

Pues, ¿Qué no tendrían ningún reconocimiento las abejas para esta "industria apícola"? que las mimó durante decenas de años prodigándoles:

- un hogar: con bellas colmenas todas cuadradas.

- las mejores medicinas: los antibióticos más potentes (como la teramicina) y los acaricidas más performantes (Apistan y el muy novedoso Hivastan)

- alimento a saciedad: sabroso azúcar blanco de remolacha, jarabe de maíz procesado a partir de los mejores caldos transgénicos y, claro está, complementos nutricionales (elaborados, por ejemplo en los E.U.A., a partir de aceite de algodón transgénico, de aceite de soya transgénica, de aceite de colza transgénica…).

- viajes todo pagado sobre miles de kilómetros para descubrir los desiertos agrícolas occidentales.

- Un botín asegurado gracias a los monocultivos tan extensos que se pierden de vista al salir de la colmena.

- polen y néctar enriquecidos con un cóctel de moléculas aperitivas: fungicidas, insecticidas, herbicidas.

- procreación asistida con una selección de las mejores reinas inseminadas artificialmente.

Una catástrofe dentro de poco planetaria En diciembre 2006, la universidad de Pennsylvania hizo una encuesta involucrando a varios apicultores de la región este de los E.U.A. Estos apicultores (dueños de 200 a 3000 colmenas) habían sufrido pérdidas de 30 hasta 90% de su colmenar. Para uno de los apicultores, solamente 9 colonias habían sobrevivido sobre 1200.

En el conjunto de los E.U.A, desde el final del otoño 2006 las pérdidas registradas son del orden del 60 % en la costa oeste hasta el 90 % en algunos estados del este y del sur del país. Según las últimas estimaciones, son cerca de 1,5 millones de colonias que habrían muerta en los E.U.A. y 27 estados están afectados.

Recordamos que el número de colmenas era de 6 millones en 1947 y es de sólo 2,4 millones en 2005.

En Francia, la pérdida de colonias se estima entre 300.000 y 400.000 cada año, y esto desde 1995. El invierno 2005/2006 fue particularmente dramático puesto que desaparecieron de 15 a 95% de las colonias, según los apicultores (90). En abril 2007, en la Martinica, un apicultor perdió 200 colonias en el espacio de pocos días.

En el Québec (2), un promedio de 40% de las colmenas se reportaron vacías en el pasado invierno. Sin embargo, algunos apicultores han perdido hasta el 75% e incluso el 100% de sus colonias.

En Ontario, Canadá, el invierno pasado algunos apicultores reportaron desertadas hasta 60% de sus colmenas y cerca del 40% para el colmenar a nivel nacional (50).

Las cifras avanzadas son de 400.000 colmenas vacías para Polonia, 600.000 colmenas vacías para España.

En Alemania, según Manfred Hederer, presidente de la Asociación Alemana de Apicultores, 25% de las colonias habrían sido diezmadas pero algunos apicultores reportan hasta 80% de pérdidas de sus colmenas.

En Taiwán, en abril 2007, se publicaron los primeros informes de una misteriosa desaparición de las abejas. Un apicultor reportó la pérdida de 80 de sus 200 colmenas.

En Suiza, algunas regiones lamentan la pérdida del 80% de sus colonias (36). Las pérdidas nacionales serían de la orden del 30% pero ciertos apicultores han perdido la totalidad de sus colonias (37). Había 45.000 apicultores en Suiza en 1900. Sólo quedan ahora 19.000 pero esta cifra está a la baja. Entre las dos guerras mundiales había 350.000 colmenas. Hoy, sólo quedan 190.000.

El síndrome del colapso de las colmenas hace estragos en Portugal, en Grecia, en Austria, en Inglaterra.

¿Es el síndrome del colapso de las colmenas un ultimátum? ¿Sería una llamada desesperada de las abejas con el fin de despertar a la humanidad?

Síndrome del colapso de la colmena En los E.U.A., este síndrome fue calificado recientemente de "Colony Collapse Disorder" y reemplazó denominaciones tales como "colapso del otoño", "Enfermedad de mayo", "Enfermedad de desaparición", etc.

En Inglaterra, el síndrome es calificado de "Fenómeno María Celesta" (del nombre del barco cuyo equipaje se volatilizó en 1872)...

(INFORME COMPLETO EN http://www.ecoportal.net/content/view/full/90909)

 

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Fuente:

ROCK AMBIENTE

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publicado por rockambiente a las 15:56 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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